domingo, 17 de mayo de 2015

En favor de los valores hogareños

<<Quod natura non dat, Salmantica non præstat>>

Fue un tres de mayo y me impactó de una manera enormemente positiva. Sinceramente debo reconocer que me emocionó.


Era una soleada tarde de primavera. Unos niños blancos jugaban a la manera que lo hacen la mayoría, por desgracia actualmente, de los que son españoles, es decir, burlándose de sus semejantes. Estos chiquillos llamaban "marroncito", sin ningún tipo de maldad (no olvidemos que solo son niños), a otro chaval por el mero hecho de tener un color de piel diferente al suyo. Lo que más me sorprendió fue cómo contestó el chico negro al resto. Diciendo con toda la educación del mundo "yo no me llamo así" y al rato siguió jugando con ellos. Los niños niños son, pero los padres, maduros o no, son adultos y deberían mostrarse como tal, aunque no todos los hacen. Desconozco si este grandullón (se ha ganado el nombre a pulso) nació en España, pero lo que sí demostró fue tener unos referentes familiares, sobre todo sus padres (los primeros que tienen los críos) mucho más civilizados y bastante menos retrógrados que los de la banda de la que he hablado. También habrá adultos españoles muy civilizados y nada retrógrados, pero al menos por donde yo vivo de haberlos no hay muchos.
La educación tiene que ser dada en el núcleo familiar más cercano, el hogar. Pero llegar al colegio, instituto o universidad sin haber sido educado en valores, por muy mínimos que sean, es ponerle la tarea demasiado difícil al docente. Pues en casa hay que aprender a ser educado, ya que en el centro se enseñan otro tipo de valores, y más que valores, conocimientos. Lo que no podemos hacer es echarle la culpa al educador de que nuestro hijo sea un maleducado. Es decir, pretender que el centro educativo sea quien eduque a nuestros hijos. Eso nunca debería de ser así.
Por otro lado, muchos docentes se ven en la obligación de serlo por puro instinto de supervivencia, y más en los tiempos que corren. No siempre uno puede trabajar de lo que le gusta, claro está. Pero los padres deben marcarnos el camino de nuestra felicidad para continuarlo por nuestra cuenta cuando tengamos la edad suficiente. Eso no quiere decir que sean permisivos, sino que quieran a sus hijos y, sobre todo, verlos felices. Puede que al principio ellos sean los responsables de nuestro bienestar, pero consintiéndonoslo todo nos ayudan más bien poco, por no decir nada.

Y resumiendo, aunque como diría Sabina tengo un cajón de la firma Pandora, lo que vino a decir el celebérrimo profesor de la antiquísima universidad española; lo que en casa no te dan, en el colegio tampoco.

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