lunes, 18 de mayo de 2015

A propósito de La noche de los tiempos de MM

En La noche de los tiempos de 
Antonio Muñoz Molina se habla de amor, de guerra, del ser humano, pero también, como no podría ser de otro modo, de arquitectura. El fragmento que podéis leer a continuación viene a explicar cómo las gentes del campo, los campesinos de siglos pasados, construían sus viviendas siguiendo unas pautas que les permitieran unas condiciones bioclimáticas favorables sin apenas tener nociones de arquitectura. En pocas palabras, la envolvente de la arquitectura bioclimática no parece muy distinta a la de la arquitectura tradicional, en lo que a resultados se refiere, con la diferencia de que los arquitectos actuales lo estudian todo al milímetro y los campesinos seguramente analfabetos no hacían bocetos ni esbozaban complejos planos; porque conocían el comportamiento de la tierra, del clima, de los materiales empleados, etcétera. En una palabra, sabiduría. La sabiduría que da la tierra, porque quien conoce la tierra, conoce el planeta cuyo nombre lleva en sus entrañas. Porque todo sale de la tierra. Y lo que sale de la tierra; ya sea cante, baile, escritura o como quiera llamarse es puro. La tierra es pureza y no hay nada mejor que una novela pura. Muñoz Molina para mí lo ha conseguido, podríamos decir que es un facultativo de un hipotético laboratorio humanístico o bien un arquitecto de letras, con la destreza y la precisión de un cirujano.


[…] sobre la fotografía de una fachada campesina, una casa construida a mediados del XVIII, explicó, mirando sus notas, en una ciudad del sur, ideada no por un arquitecto sino por un maestro de obras que conocía su oficio y, literalmente, el suelo que pisaba: la tierra de la que había salido la piedra arenosa y dorada del dintel de la puerta y de las ventanas y el barro para los ladrillos y las tejas; la cal con la que se había blanqueado la fachada entera, dejando solo al descubierto, con una intuición estética admirable, dijo, la piedra de los dinteles, labrada con delicadeza […] señaló con el puntero la diagonal de la juntura entre dos sillares que formaban la esquina, en la que dos fuerzas contrarias se equilibraban entre sí. [...]La piedra y la cal, dijo, los muros gruesos que aislaban igual del calor que del frío; las ventanas pequeñas distribuidas según un orden irregular relacionado con la inclinación de los rayos solares, jugando a eludir la simetría obvia; la cal blanca que al reflejar el máximo de luz solar hacía más suave la temperatura interior en los meses de verano. Con argamasa y cañas crecidas junto a los arroyos cercanos se hacía un aislante natural para los techos de las habitaciones más altas: la técnica era sustancialmente la misma que se había usado en Egipto y Mesopotamia […]. Qué podía ser más orgánico que aquel instinto popular para aprovechar lo que estuviera más a mano y adaptar flexiblemente un vocabulario intemporal a las condiciones inmediatas, al clima y a la forma de ganarse la vida y a las necesidades del trabajo […]la intuición de las formas, la honradez de los materiales y del procedimiento; patios empedrados con guijarros de río trazando un ritmo visual giratorio; tejas que se ajustaban entre sí con la precisión orgánica de las escamas del pescado[…]Mostraba un patio empedrado con columnas y con un aljibe en el centro que podía haber estado en Creta o en Roma pero que pertenecía a una casa de vecinos de Córdoba; su forma tan adaptada  a su función que había perdurado con sólo variaciones a lo largo de varios milenios; la luz y la sombra se modelaban igual que la materia; la luz, la sombra, el sonido; el chorro de agua de un aljibe refrescando un patio; la opacidad de los muros hacia el exterior: la luz diurna que entra desde arriba y  se difunde por habitaciones y zaguanes. […]Con que el arquitecto popular usaba las cañas o la arcilla o los cantos de filos agudos con los que levantaba una tapa divisoria, aprovechando instintivamente la forma de cada piedra para ajustarla a las otras, sin empeñarse en someterla a un modelo exterior. Mostraba la foto de una choza de pastores hecha de paja y juncos entretejidos; la del interior de un refugio en el monte en el que con cantos sin  argamasa se había armado una bóveda que tenía la áspera solidez de un ábside románico. El azar en la forma de cada laja se convertía en necesidad al ajustarse como por una afinidad magnética a la forma de otra […]. Sonó el clic del proyector y la pantalla entera fue ocupada por una familia campesina posando delante de una de las chozas con aleros de paja y de juncos admirablemente entretejidos. […] Un hombre enjuto a su lado, con una camisa blanca y un pantalón atado a la cintura con una cuerda, con abarcas de esparto. […]la tradición popular española no era un catálogo de pintoresquismos para enseñar a los extranjeros o para usar decorativamente en el pabellón de una feria; la arquitectura de los nuevos tiempos, había de ser una herramienta en el gran empeño […]de hacer accesible lo que esa familia de la foto no había visto nunca y ni siquiera ha sabido que existía, […] un gesto de reparación por el trabajo nunca recompensado, por la destreza de las manos y la finura de las inteligencias que habían sabido elegir los juncos mejores y trenzarlos lo mismo para sostener un tejado de paja que para hacer un cesto, la arcilla más adecuada para enjalbegar los muros de una choza […]. 

Conceptos aclaratorios

  1. Dintel: Parte superior de las puertas, ventanas y otros huecos que carga sobre las jambas (cada una de las dos piezas labradas que, puestas verticalmente en los dos lados de las puertas o ventanas, sostienen el dintel o el arco de ellas).
  2. Cal: Sustancia alcalina de color blanco que mezclada con arena, forma la argamasa o mortero.
  3. Sillares: Cada una de las piedras labradas, por lo común en forma de paralelepípedo rectángulo, que forma parte de una construcción.
  4. Argamasa: Mortero hecho de cal, arena y agua, que se emplea en las obras de albañilería.
  5. Guijarros: Pequeño canto rodado.
  6. Aljibe: depósito subterráneo de agua
  7. Zaguanes: Espacio cubierto situado dentro de una casa, que sirve de entrada a ella y está inmediato a la puerta de la calle.
  8. Cantos: Piedra alisada y redondeada a fuerza de rodar impulsada por las aguas.
  9. Juncos entretejidos: tallo de la planta  de la familia de las Juncáceas que ha sido dispuesta de un modo determinado para adquirir una mayor resistencia.
  10. Ábside románico: Parte del templo, abovedada y comúnmente semicircular, que sobresale en la fachada posterior, y donde se instalaban el altar y el presbiterio.
  11. Aleros de paja: Parte inferior del tejado, que sale fuera de la pared y sirve para desviar de ella las aguas llovedizas.
  12. Abarcas de esparto: Calzado de esparto que cubre solo la planta de los pies, con reborde en torno, y se asegura con cuerdas o correas sobre el empeine y el tobillo
  13. Enjalbegar: Blanquear las paredes con cal, yeso o tierra blanca.

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